A partir del artículo La balanza virtual de Esteban Magnani, publicado el 10 de Julio de 2016 en el suplemento cash de página 12, el texto nos invitó a reflexionar sobre el rol de las empresas cooperativas en el desarrollo de software para la industria nacional.
En el artículo se hace referencia a la investigación sobre “Sustitución de Importaciones de Software”(1) en la cual se estima que las exportaciones de software, durante 2015, alcanzaron el monto de los mil millones de dolares. En cuanto a las importaciones, se estiman en el mismo valor. Si bien a simple vista parece estar equilibrada la balanza comercial, nos encontramos en una notable desventaja.
Mientras la mayor parte de los ingresos son por servicios, sobre todo de programación, los egresos son principalmente por licencias, es decir autorizaciones para usar un software. No se trata de un tema menor: lo que se exporta son horas–hombre, y se importa un bien inmaterial cuyo costo marginal es mínimo, casi inexistente.
En términos generales, las empresas que producen software de forma privativa, venden el mismo en forma de licencia de uso. Su precio no está determinado por el costo de producción.
Desde un aspecto económico vale decir que el Software se comporta como un bien no rival, es decir, puede ser usado por varios simultáneamente sin pérdida ni desgaste: el compartir no se hace por división, sino por multiplicación.
Al costo por el uso y “mantenimiento”, se le suma el costo de salida. Cambiar de proveedor, implica volver a capacitar a los usuarios y migrar la información al nuevo sistema. La estrategia para mantener a los usuarios cautivos, suele ser mantener los datos en formatos que sólo pueden ser interpretados por el mismo sistema.
El software libre se basa en 4 principios (o libertades): la de ejecutar, estudiar, modificar y distribuir el programa.
El negocio del desarrollador de software libre suele estar en los servicios asociados como instalación, modificación, migración de datos y capacitación. En todos estos casos, el usuario tiene la independencia de elegir al proveedor de servicios. Esto fomenta el desarrollo local y permite mantener a resguardo los datos y la información sensible.
En algunas ramas de la industria, no hay software libre para reemplazar algunas herramientas existentes que se distribuyen bajo licencias propietarias. En estos casos, desarrollar un software a medida, capacitar al personal en el nuevo sistema y migrar la información, suele tener un costo muy elevado. Esto desalienta la posibilidad de cortar la dependencia con proveedores que se aprovechan de su posición dominante en el mercado.
Cuando hablamos de soberanía, nos referimos a poder tomar decisiones sin condicionamientos externos. En el caso de la tecnología, ser meros usuarios o consumidores de software, no solo nos condiciona, sino que nos genera dependencia. Con el paso del tiempo, ésta se profundiza cada vez más. No sólo por el almacenamiento de datos, los costos de las licencias y la incapacidad de desarrollar de forma local el conocimiento necesario para suplantar o mejorar la tecnología. El mayor riesgo se encuentra en la formación profesional de los trabajadores. El formarnos en el uso de tecnología con herramientas que no nos permitan decidir cómo queremos producir, nos dejan afuera de la carrera de la innovación. En la era del conocimiento, ésta no parece ser una buena alternativa para el crecimiento de nuestra industria.
Como lo verificamos, el software no tiene costo de reproducción. Un sistema para satisfacer las necesidades puntuales de una empresa, puede ser útil a todo el sector del que forma parte, sin que esto implique mayores costos.
En este punto es donde las Cámaras y Federaciones, que representan a los sectores productivos, pueden jugar un rol fundamental en garantizar la independencia y el libre acceso a la tecnología. Son quienes conocen las necesidades y pueden liderar estos proyectos desarrollando las herramientas generales que su sector necesita. Si esto se hace bajo la filosofía del software libre, cada empresa puede adaptar y mejorar los programas según las necesidades de su negocio. De esta forma, se benefician todos, pudiendo acceder a las aplicaciones, capacitaciones y soporte, sin necesidad de depender del fabricante.
Es nuestra obligación hacer una pausa en la coyuntura para pensarnos a largo plazo. Pensarnos a 10 o 20 años y decidir qué vamos a hacer para aportar a ese país en el que nos gustaría vivir. Desde nuestro lugar, como empresa de tecnología, elegimos la cooperación y el software libre.
(1) Publicada por Andrés Asiain, M. Mercedes Rodríguez y Pablo A. Vannini