Hoy queremos contarles nuestra experiencia en esta pandemia, que nos hizo aprender, entre otras cosas, a buscar mejores formas de relacionarnos a la distancia.
Comenzamos adaptando algo de la metodología «Scrum» (una de las conocidas «metodologías ágiles» para la gestión de proyectos) a nuestras necesidades: implementamos reuniones diarias («daily meetings») y reuniones de planificación semanal (dentro del marco de los «sprints»). También aplicamos, al final de la semana, una «demo» (demostración interna) de todos los proyectos y sus avances durante la semana y una «retro» (reunión de retroalimentación), en la que evaluamos qué cosas salieron bien y cuáles se pueden mejorar.
Este esquema nos sirvió muchísimo para organizarnos y trabajar durante toda la pandemia. Pero, a comienzos de este año, empezamos a notar que las reuniones se hacían cada vez más largas y excedían lo previsto para estas instancias (que deberían ser reuniones de pocos minutos, con objetivos muy concretos). Frente a esta situación, en lugar de «»endurecer»» las reuniones para mantener su estructura inicial y presionarnos para cumplir con esas reglas, decidimos que necesitábamos un espacio de encuentro donde el intercambio fuera más allá de lo que estas metodologías nos ofrecían.
Nos dimos cuenta de que, a veces, lo que necesitamos para trabajar mejor no es solo un esquema más efectivo, sino poder encontrarnos para charlar, reírnos un rato y sentir la calidez de «lo humano», que tan difícil es de gestionar a la distancia.
Actualmente sostenemos un esquema de desayunos de una hora, algunos días por equipos de trabajo y otros, con todes les socies. También bajamos la intensidad de las demos/retros y pasamos a hacerlas cada 15 días. Así, tenemos avances más jugosos para mostrarnos y adquirimos mayor perspectiva para reflexionar sobre los procesos de trabajo.
El teletrabajo llegó para quedarse y no hay una fórmula mágica que se pueda aplicar a todos los grupos de trabajo. Nos queda el aprendizaje.
Y ustedes… ¿cómo se organizaron?